Cuidar tu energía también es productividad
¿Alguna vez has sentido que mientras más te esfuerzas, menos avanzas? Es como intentar correr en arena movediza—cuanto más luchas, más te hundes.
El primer salto al vacío
Recuerdo perfectamente cuando decidí apostar por mí misma. Armada con mi laptop y mi pasión por el copywriting, toqué todas las puertas posibles. Le avisé a cada contacto que tenía que ahora me dedicaba al copywriting.
Y así llegó mi primer cliente. Alguien que creyó en mí incluso antes de que yo creyera en mí misma. Esa primera oportunidad fue como un rayo de luz que me confirmaba: "Sí, esto es posible."
La trampa del sobreesfuerzo
Los primeros meses fueron caóticos. Trabajaba como una máquina, mucho más que cuando tenía un empleo tradicional: redactando contenido durante el día y cazando clientes por la noche. Mi ritmo era insostenible pero sentía que así debía ser el emprendimiento—puro sacrificio, poco descanso.
El problema es que es muy difícil hacer el trabajo Y buscar clientes al mismo tiempo. Requiere una energía y un foco que no siempre tenemos disponible, pero yo seguía empujándome como si mis reservas fueran infinitas.
El colapso
Hasta diciembre, cuando todo se vino abajo.
Mi cliente principal, ese que me había abierto la puerta, empezó a retrasarse con los pagos. Otro cliente que había conseguido para un proyecto puntual simplemente desapareció sin hacer el último pago. La motivación, que antes era mi motor, comenzó a evaporarse.
La constancia se convirtió en algo intermitente. Algunos días producía mucho, otros apenas podía abrir el computador. La incertidumbre financiera me estaba consumiendo mientras yo seguía fingiendo que todo estaba bajo control.

La decisión más difícil
Tuve que tomar una decisión dolorosa: despedirme de esos clientes. Con el corazón encogido y muchísimo agradecimiento, pero con la claridad de que vivir con la incertidumbre de recibir o no un pago no me servía a mí, que dependía completamente de esos ingresos.
No fue fácil. Se sentía como fracasar. Como confirmar ese miedo de "no estoy hecha para esto".
Parar cuando todo grita "sigue"
Y entonces hice algo que me parecía impensable en ese momento. Me detuve.
Me di dos semanas de descanso absoluto. No abrí el computador para trabajar. Me refugié en los brazos de mi familia. Volví a mover el cuerpo después de meses sentada frente a la pantalla. Empecé a cantar de nuevo, algo que había olvidado cuánto amaba hacer. Respiré.
La perspectiva que lo cambia todo
Cuando enero llegó, algo había cambiado dentro de mí. Mi foco ya no estaba en "necesito más clientes desesperadamente" o "¿cómo hago más plata este mes?".
Mi pregunta fue diferente: ¿Cómo cambio mi relación con el dinero?
Y esa simple transformación interior desbloqueó nuevas oportunidades. Llegaron clientes con los que amé trabajar. Personas que valoraban mi trabajo, que pagaban a tiempo, que no regateaban mis tarifas.
Fue entonces cuando lo entendí: el problema no eran ellos. Era yo.
La verdad incómoda
El descanso me dio la perspectiva que necesitaba. Estaba tan metida en el día a día, tan enfocada en sobrevivir, que no podía ver el panorama completo.
A veces, seguimos cavando en el mismo agujero, esperando encontrar una salida, cuando lo que necesitamos es detenernos, subir a la superficie y mirar el horizonte.
Cuidar tu energía no es un lujo, es una necesidad. No es improductivo descansar—es estratégico. Es precisamente ese espacio el que te permite ver soluciones que antes estaban invisibles ante tus ojos.
¿Y tú?
¿Estás honrando tus ciclos de energía? ¿O estás atrapada en el mito de la productividad constante?
Si sientes que estás dando vueltas en círculo en tu emprendimiento, tal vez no necesites trabajar más horas. Tal vez necesites un respiro que te permita ver con claridad.
Con cariño y en la imperfección del camino,
Madi
"A veces, el acto más productivo es detenerse y escucharse a una misma."